1.Nietzsche Y la filosofía
Nietzsche (1844-1897) consideró que la función de la filosofía era superar el racionalismo y el positivismo, que habían alejado al ser humano de la vida individual y concreta, llena de fuerza y dolor. Por ello, con su filosofía se propuso realizar una crítica despiadada a la filosofía y a la cultura de su época, antes de ofrecer sus alternativas a ellas.
Su principal objetivo fue provocar la confusión y el escándalo, criticar todo lo que se hubiera aceptado tradicionalmente. La evolución de su pensamiento se resume en tres etapas:
*Período estético o romántico (1871-1878). Se corresponde con su época de profesor universitario en Basilea, donde mostró interés por la filosofía griega clásica (especialmente, la anterior a Sócrates) y recibió el influjo de Schopenhauer y Wagner. El tema central de su filosofía en esta etapa fue la contraposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco, que seguiría presente en la mayor parte de sus escritos posteriores.
*Período científico o ilustrado (1878-1883). Se apartó de Schopenhauer y Wagner, para acercarse a los ilustrados franceses. En aparente contradicción con la etapa anterior, defendió la ciencia positiva, el conocimiento racional y el pensamiento libre, frente a la metafísica tradicional. Adoptó la actitud del psicólogo que examina las actitudes y vivencias de los demás.
*Período vitalista (1883-1888). Creyó necesario realizar una crítica destructiva de todo lo establecido, empezando por la metafísica y la religión, para permitir el desarrollo de la vida y la futura aparición del superhombre. Aparecieron los grandes temas y propuestas de su pensamiento: la transmutación de los valores, la muerte de Dios, la voluntad de poder, el superhombre y el eterno retorno.
Nietzsche elaboró una filosofía fragmentaria y asistemática, con una línea argumental en continuo cambio. También en su forma de expresión, su intención era criticar el racionalismo, especialmente, el hegeliano.
Dejó numerosos escritos que reflejan un estilo muy personal. Muchas veces, se expresa en ellos en forma de frases breves o aforismos y son, en gran parte, autobiográficos. Todos contienen cuantiosas alegorías, imágenes vibrantes y frecuentes paradojas que exigen cierta capacidad interpretativa por parte del lector o lectora.
Realizar una exposición sistemática de su filosofía, por tanto, entre en colisión directa con su mismo pensamiento, que pretendía ser cambiante y ajeno a toda racionalidad. No obstante, es posible descubrir algunas ideas filosóficas nucleares que permiten sintetizarlo ordenadamente.
2. Los temas de la filosofía de Nietzsche
2.1. Lo apolíneo y lo dionisíaco
En su primera obra, El origen de la tragedia en el espíritu de la música, Nietzsche sostuvo que los griegos presocráticos sabían que la vida humana es puro cambio y, por ello, algo terrible, inexplicable y trágico; sin embargo, no cayeron en el pesimismo ni la rechazaron. Por el contrario, fueron capaces de utilizar las representaciones artísticas para hacer la vida soportable. Con este fin, recurrieron a dos elementos contrapuestos: Apolo y Dionisos.
Apolo era el símbolo de la luz y el límite; representaba la belleza- la medida y la forma- bajo la cual se oculta la vida, como instinto, impulso y pasión. Dionisos, por el contrario, era el símbolo de la vida misma, en su realidad irracional e instintiva, que desconoce barreras y limitaciones. Estas divinidades condujeron a dos modos de interpretar artísticamente la realidad:
*La actitud apolínea, que trataba de cubrir la realidad, con un velo estético, creando un mundo ideal de forma y belleza. Se manifestaba en la mitología de los dioses del Olimpo, en la literatura épica de las epopeyas homérica y en las artes plásticas.
*La actitud dionisíaca, que consistía en afirmar y abrazar la vida con todo su dolor y sufrimiento, y se expresaba en la tragedia y en la música. La tragedia, lejos de ocultar la vida, la manifestaba en todas sus dimensiones como fenómeno estético.
Para Nietzsche, la grandeza de la cultura griega presocrática radicaba en la fusión de los elementos dionisíacos con los apolíneos. Pero esta unidad se rompió con la aparición de Sócrates y su discípulo Platón, quienes consideraron reales y, por tanto, verdaderos y buenos, solo los valores de la racionalidad. De este modo, condenaron la vida por ser falsa y mala, prescindieron del espíritu dionisíaco, y condujeron a la cultura y al arte griego a su completa decadencia.
Este enfoque hostil a la vida, según Nietzsche, lo desarrolló posteriormente el cristianismo y se prolongó hasta sus días, en los que la cultura occidental, empezando por la alemana, se encontraba viciada, desde sus raíces, por un racionalismo dogmático, diametralmente opuesto a lo vital e instintivo.
Frente a la inteligencia como valor supremo, que busca conceptualizar, es decir, descubrir lo inmutable de las cosas, Nietzsche quiso afirmar la vida como puro devenir, valor absoluto al que se han de subordinar todos los demás valores. Pero, para acometer esta tarea, consideró que era necesaria la crítica destructiva de los valores racionales de la cultura occidental.
2.2. La crítica a la cultura occidental
2.2.1. La crítica a la metafísica y a la teoría del conocimiento
a) La crítica a la metafísica. Nietzsche realizó una dura crítica a la metafísica occidental, porque esta había dado por supuesto que el verdadero ser, la realidad, es inmóvil, y que el movimiento y el cambio son solo apariencias. A partir de Sócrates y Platón, los filósofos habían considerado que el mundo sensible era aparente y engañosos, y habían situado la realidad en un mundo distinto.
En efecto, Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, fue el primero en distinguir entre un mundo sensible y otro suprasensible. Las ideas, que Platón situó en aquel otro mundo, constituirían la realidad inmutable. Por el contrario, este mundo, el sensible, quedaba reducido a la apariencia y el devenir. El ser humano, además, se debía ocupar solo de las realidades inmutables.
El cristianismo, para Nietzsche, inventó también una realidad inmutable, ajena a este mundo y negadora de él. La religión cristiana sostiene que el verdadero y auténtico ser es Dios.
A su vez, Descartes imaginó el “yo pienso” como una idea evidente que se correspondía con una sustancia permanente. Sin embargo- afirma Nietzsche, el yo es una construcción del pensamiento y no hay nada inmutable que sea causa del pensar.
Asimismo, Kant consideró que la realidad en sí (el noúmeno) es incognoscible para la ciencia, pero la propuso como postulado de la moral, como algo absoluto e incondicionado. Además, empleó el término fenómeno, que puede inducirnos a pensar que es la manifestación de algo en sí e inalterable.
Frente a estos autores, Nietzsche defendió la postura de Heráclito: la realidad es devenir, cambio, movilidad. A su juicio, todo lo estático, inmutable o inamovible no es ser, sino no-ser, es decir, nada. La metafísica se había fundamentado en la antítesis realidad-apariencia (noúmeno-fenómeno): había llegado la hora de eliminar esta oposición.
En efecto, para Nietzsche, no existe tal contraposición entre realidad y apariencia, porque la apariencia lo es todo; en otras palabras, la realidad del mundo consiste en su apariencia y no hay nada más allá de los fenómenos sensibles. Negó, por tanto, la realidad de la cosa en sí kantiana, porque solo existen los fenómenos, es decir, las apariencias.
Ahora bien, si esto es así, ¿por qué los filósofos han elaborado tantas teorías para distinguir entre realidad y apariencia, entre ser inmutable y devenir?
La razón de esta distinción, según Nietzsche, es que los filósofos se han dejado guiar por el instinto de supervivencia y por el resentimiento:
*El instinto de supervivencia. Los hombres han necesitado imaginarse un fondo fijo e inmutable al que agarrarse con fuerza para, así, no ser arrastrados por el constante flujo de lo real. Con este fin, han empleado el intelecto. Sin él, la especie humana se habría extinguido a causa de su debilidad física. Sin embargo, los hombres se engañan pensando que el conocimiento tiene más valor que el que realmente tiene y emplean el arte de fingir para defenderse de los más fuertes.
*El resentimiento. Los individuos buscan el modo de vengarse de este mundo, donde todo está en perpetuo cambio y en el que nadie se conoce verdaderamente. Su venganza contra la vida consiste en idear una realidad por debajo de las apariencias. El ser humano crea otro mundo- un más allá- para repudiar este y huir de él.
Nietzsche estimó que los engaños de la metafísica se asientan en un uso fraudulento del lenguaje y del conocimiento.
b) La crítica a la teoría del conocimiento. Los filósofos habían sostenido, según Nietzsche, que conocer no era otra cosa que crear conceptos con los que representamos la realidad y tratamos de entenderla. Pensamos que, por medio de ellos, captamos el ser inmóvil, que supuestamente se encuentra tras las apariencias. Los conceptos pretenden eliminar las diferencias individuales y generalizar lo común de los individuos. Pero, si lo real es individual y puro devenir, los conceptos no reflejan la auténtica realidad.
A juicio de Nietzsche, la verdad universal no es más que una creación ilusoria del lenguaje- una mentira- con la que designamos las cosas de una forma uniforme para todos. Los conceptos y las verdades proceden, por consiguiente, del lenguaje. Las palabras nos hacen creer en una fingida universalidad (la verdad objetiva). Pero, en realidad, el lenguaje solo expresa una relación entre las cosas individuales y los hombres.
c)El origen metafórico de los conceptos. Las palabras son originariamente, a juicio de Nietzsche, metáforas que expresan las intuiciones que tenemos de las cosas individuales y mudables. Sin embargo, las generalizaciones conceptuales se alejan de la experiencia singular e individual que reflejan las metáforas intuitivas. Pretenden, por el contrario, significar de un modo unitario una multiplicidad de objetos y, para ello, recurren a un algo desconocido que presumiblemente se esconde detrás de las palabras.
Los conceptos, en definitiva, falsean las palabras, pues abandonan las diferencias entre individuos. Nietzsche escribió. Por ejemplo, que no existen dos hojas iguales, ya que todas poseen colores, figuras y tamaños distintos, mientras que el concepto hoja es uniforme y prescinde de todas las diferencias individuales. De esta manera, ese concepto parece indicar la existencia de un algo distinto de las hojas, un modelo o esencia, que sería la causa de las hojas.
Esto sucede porque olvidamos el origen metafórico de los conceptos. Este olvido, según Nietzsche, es lo que nos condice a creer firmemente en la existencia de una realidad inmóvil que se esconde tras ellos. Pero los conceptos no surgen porque exista algo real e inmutable- la cosa en sí kantiana o la idea platónica-, sino porque las metáforas intuitivas pierden su sentido originario. Las metáforas se transforman en conceptos debido al desgaste que producen el uso y la costumbre. Según él, por lo tanto, no existen verdades absolutas e inmutables, y nuestro conocimiento ha de limitarse a las metáforas originales.
d)El perspectivismo. Nietzsche sostuvo que, como todo conocimiento es individual e intuitivo, no es posible una única percepción correcta de las cosas, sino que existen múltiples puntos de vista. Todo conocimiento, por tanto, es relativo, ya que cada uno interpreta lo que percibe desde una perspectiva particular.
Pero, ¿por qué, entonces, el conocimiento produce conceptos que representan supuestas realidades universales y permanentes? Nietzsche afirmó que el lenguaje surge del deseo de los seres humanos de vivir en sociedad y en paz, y así, garantizar su supervivencia. Es, por consiguiente, un producto de la sociedad, mediante el cual se imponen unos usos lingüísticos unitarios y válidos para todos. El lenguaje, en consecuencia, no es más que un instrumento al servicio de la sociedad y del poder político que la sustenta.
e) El hombre racional y el hombre intuitivo. Nietzsche distinguió entre el hombre racional y el intuitivo. El primero se aferra a los conceptos para tratar de salvarse mediante la previsión y la regularidad, pero se equivoca al ignorar que los conceptos no son más que metáforas de las que ha eliminado su carácter individual. Por el contrario, el intuitivo solo utiliza las metáforas originales que lo ponen en contacto con la vida en toda su apariencia y belleza, y lo alejan de mundos ilusorios.
2.2.2. La crítica a la ciencia positiva
En determinados momentos, Nietzsche emprendió una severa crítica a la ciencia moderna. Esta había tratado de organizar el mundo empírico dentro de una red de conceptos, a lo que se había denominado verdades científicas, que parecían explicarlo todo.
Los ataques de este filósofo se dirigieron principalmente contra la ciencia positiva, porque reducía lo real a explicaciones matemáticas y cuantitativas. El método matemático se funda en el número y la cantidad, por lo que reproduce la dicotomía realidad-apariencia de la metafísica.
Frente a la lógica de la razón, Nietzsche contrapuso la intuición. Según él, a través de su experiencia estética, el ser humano puede captar y percibir la vida y su energía, así como su dinamismo. Como no es posible asimilar el fondo cambiable de lo vital con la mentalidad calculadora de la ciencia, son las formas de expresión artística, como la música y el arte, las que transmiten la verdad de la vida con más exactitud. En efecto, la ciencia, al detenerse en lo cuantitativo, impide justamente captar los elementos cualitativos.
¿Qué son, entonces, las leyes de la naturaleza que formulan los científicos? Nietzsche afirmó que, en realidad, solo conocemos estas leyes por sus efectos, es decir, en relación con otras leyes de la naturaleza, las cuales, a su vez, enlazan con otras, y así sucesivamente. No sabemos, por lo tanto, en qué consisten, pues solamente conocemos lo que ponemos en ellas: el espacio, el tiempo y el rigor matemático. La asombrosa regularidad que hallamos en las cosas coincide, en el fondo, con esas propiedades que nosotros introducimos en ellas.
Por otro lado, si la realidad consistiera únicamente en aspectos cuantitativos, el ser humano también se podría reducir a cantidades y se podría llegar a expresar en una fórmula matemática del tipo “hombre= fórmula (x, y, etc.)”. Pero esto es engañoso, por lo que hay que concluir que las ciencias no explican al ser humano.
El filósofo consideró que las ciencias se habían puesto al servicio del poder político, como instrumento para dominar y controlar a los individuos. Los Estados las utilizaban para transformar el mundo y, de este modo, ampliar su poder. El pretendido progreso que debía aportar la ciencia según el pensamiento ilustrado no era otra cosa, para Nietzsche, que un paulatino sometimiento de los individuos al poder del Estado.
2.2.3. La moral de los esclavos y la moral de los señores
Una vez desenmascarado el engaño de la metafísica y del conocimiento, Nietzsche propone afrontar las consecuencias prácticas. Así, realiza una crítica a la moral de los esclavos, pues esta moral es la que ha dominado siempre la cultura occidental, desde su origen en el racionalismo socrático.
La moral es un saber mediante el cual se juzga sobre el bien y el mal. Pero ¿qué es el bien y el mal? Según Nietzsche, el sentido de los términos bien y mal nos ha llegado deformado. Por ello, es necesario indagar en la historia de estos términos, con el fin de saber cuál fue su sentido histórico, y etimológico originario:
Históricamente, se comprueba que, cuando el ser humano comenzó a vivir en el seno de una organización social, el fuerte y poderoso se denominaba a sí mismo “bueno”, separándose del hombre plebeyo y débil, a quien tildaba de “malo”.
Etimológicamente, se advierte que, en su origen, en todas las lenguas, bueno significa “noble” y “fuerte”, mientras que, por el contrario, malo equivale a “vulgar” y “cobarde”.
A partir de estos datos, Nietzsche distinguió dos morales opuestas e irreconciliables:
*Moral de los señores. Es la de los hombres superiores y poderosos, que aman la vida. Son creadores de valores, porque deciden por sí mismos lo que es bueno y lo que es malo. Es la moral que volverá con el superhombre, tras la muerte de Dios.
*Moral de los esclavos. Es la de los débiles y oprimidos, resentidos contra los señores y contra la vida. No crean los valores, sino que se aferran al intelecto, que supuestamente suministra obligaciones universales e inmutables.
Según Nietzsche, los esclavos pretenden imponer su moral a los poderosos por rencor y para defenderse de ellos, porque los temen. La gran perversión del cristianismo es que convence a los señores para someterse a esa moral y compadecerse de los débiles. Por eso, presenta como máximos bienes la humildad, la mansedumbre y el gregarismo.
En la moral de los señores el hombre es bueno y poderoso. Exalta al individuo, ama la vida. En esta moral la razón se somete a los instintos, la voluntad crea valores mudables y es la moral pagana del superhombre.
En la moral de los esclavos el hombre es plebeyo y débil. Exalta al rebaño y treme y aborrece la vida. En esta moral los instintos se someten a la razón, la voluntad se sujeta a normas estables y es la moral socrática y la moral cristiana.
Para Nietzsche, a lo largo de la historia se observa la lucha entre estas dos morales. Al comienzo de la organización social solo existía la moral de los señores, de los hombres nobles y superiores que amaban la vida terrena. Estos no admitían la existencia de un bien en sí ni de verdades inmutables, pues eran ellos quienes decidían sobre lo bueno y verdadero, y quienes lo imponían a los más débiles.
Con la llegada de Sócrates y Platón surgió una nueva moral, la moral de los hombres débiles y resentidos, que se alzó con la victoria. Estos filósofos pusieron la verdad en sí y el bien en sí por encima de cada individuo, y consiguieron que todos se sometieran a estos conceptos universales, principalmente, los hombres poderosos.
Pero la rebelión de los esclavos no terminó ahí, sino que su éxito se consolidó por obra del pueblo judío, que se enfrentó al ideal noble y pagano de Roma. Posteriormente, el cristianismo continuó su tarea destructora.
Ya en la época moderna, Kant promovió la moral de los plebeyos. Nietzsche lo llamó “cristiano alevoso”, porque juzgó que su ética del deber era una prolongación encubierta de la moral cristiana. El éxito de los esclavos, finalmente, culminó con la Revolución francesa y las revoluciones sociales del siglo XIX.
Nietzsche denunció que la decadencia y debilitamiento de la civilización moderna, procedían de esa moral del resentimiento. Los avances de la ciencia, la tolerancia, la igualdad de derechos, la democracia y el socialismo, que se consideraban signos de progreso en Europa, para él eran evidentes signos de descomposición y debilidad.
A pesar de todo, las dos razas y las dos morales, según Nietzsche, aún seguían mezcladas en la sociedad de su tiempo, en continua lucha y confusión. Aseguró, además, que el triunfo de los plebeyos no era definitivo, pues ya se anunciaba la aparición de un hombre superior, el superhombre, que devolvería a la moral sus valores originarios.
Nietzsche situó el origen de la religión en la angustia, la necesidad y el miedo del ser humano, derivados de su incapacidad para afrontar solo su destino. Frente a la religión y el cristianismo, opuso el ideal de la vida pagana: los dioses del Olimpo frente al crucificado. El cristianismo invirtió los auténticos valores de los antiguos griegos presocráticos- que eran los valores que ensalzaban la vida- e inventó un mundo ideal que desvaloriza el mundo terreno.
2.2.4. La muerte de Dios y el nihilismo
Una de las tesis centrales del pensamiento de Nietzsche es la muerte de Dios, que, según él, es una condición indispensable para poder eliminar el ser inmutable, las verdades objetivas y la moral de los esclavos.
A su juicio, la metafísica occidental se había apoyado en la noción de Dios, al que había usado como garantía del ser inmutable y fundamento de las verdades absolutas y universales. Pero lo más grave es que los hombres débiles habían tomado a Dios como excusa para imponer a todos una moral de condiciones y prohibiciones.
La tarea prioritaria era, pues, eliminar a Dios. Así desaparecería el fundamento último de esa moral que trataba de imponer normas objetivas y universales.
Tras la muerte de Dios, el ser humano se liberaría de estorbos y podría situarse más allá del bien y del mal. Esto provocaría lo que el filósofo llamó la “transvaloración o transmutación de todos los valores”, es decir, la inversión completa de los principios morales que habían regido en la civilización occidental y su sustitución por la voluntad de poder.
Para este pensador, Dios es la amenaza más grande que existe contra la vida, porque hace que los seres humanos crean en otras vidas y rehúyan esta, que es la única real. Por ello, solo logrando su muerte, los individuos pueden deshacerse de la creencia en otros mundos y amar solamente este.
En opinión de Nietzsche, hasta el momento, las negaciones de Dios han sido inútiles, porque, en ellas, la idea de un ser superior se ha sustituido por otros conceptos ilusorios, como la razón en la Ilustración, el Estado en Hegel, la humanidad en Feuerbach y la ciencia en el positivismo. Todo lo noble y digno de Dios se debe devolver al hombre sin sustituirlo por ninguna otra cosa, de manera que, sin Dios, el hombre se convierta en Dios. En realidad, el superhombre y la voluntad de poder se podrían interpretar como sustitutos de Dios.
El ateísmo nietzscheano careció de fundamento teórico, puesto que no elaboró ninguna prueba para demostrar la no existencia de Dios. Le bastó con señalar que la creencia en Dios era la causa de que los seres humanos se hicieran débiles, rechazaran la vida y dejaran de ser independientes. Dios se debía eliminar para que el ser humano pudiera ser legislador y creador de valores.
Nietzsche consideró que la cultura occidental había inventado a Dios para dar un sentido a la vida y evitar que se convirtiera en algo absurdo. Con Dios, todo quedaba cuidado y atendido. Pero en la civilización occidental moderna, este había dejado de cumplir su función y se imponía el nihilismo, es decir, la ausencia de valores. Los seres humanos habían ido abandonando la idea de Dios, convirtiéndolo en un elemento marginal. Como consecuencia, la metafísica y la moral se quedaban sin fundamento, es decir, sin nada.
Para Nietzsche el nihilismo puede tener un aspecto negativo y otro positivo:
*Aspecto negativo. Con la desaparición de Dios, el hombre occidental se quedaba sin sentido u orientación a los que aferrarse. El ser humano siempre había tratado de evitar su angustia, pero ahora estaba abocado a no creer en nada, es decir, al nihilismo. Este nihilismo conducía al hombre a la pasividad y al pesimismo, tal y como ponía de manifiesto la filosofía de Schopenhauer.
*Aspecto positivo y activo. La eliminación de Dios y de todas las invenciones de la cultura occidental despejaba el camino hacia el futuro. Este futuro no era otra cosa que la afirmación de la voluntad de poder, del eterno retorno y del superhombre.
Con la desaparición de la cultura occidental decadente y la muerte de Dios, pregonada por Zaratustra, podría surgir el hombre superior, capaz de crear nuevos valores de manera semejante a como el artista puede crear nuevas obras de arte.
Sobre la crítica a la cultura occidental, la muerte de Dios y el nihilismo, Nietzsche- profeta del nuevo hombre- propuso una filosofía del futuro. Sin embargo, aunque intentó conferir un carácter positivo a su crítica y al nihilismo, lo cierto es que, sin Dios, el ser humano quedaba desarraigado, despojado de su dignidad y abandonado en manos de quienes ostentaban el pode: “Vosotros, hombres superiores- escribió en Así habló Zaratustra-, aprended a reír”.
2.3. Las propuestas de Nietzsche
2.3.1. La voluntad de poder
Tras la negación de Dios, Nietzsche buscó un principio que unificara y explicara todos los fenómenos de este mundo y esta vida, que es lo único que tenemos. Su conclusión fue que la voluntad de poder es ese principio unificador, inmanente al mundo, que nos permite describirlo e interpretarlo.
La voluntad de poder, por lo tanto, no es para él una realidad que trasciende las cosas, lo que cual sería volver de nuevo a la metafísica que ya había descartado, sino una explicación de la realidad y de su continuo devenir.
Nietzsche identificó la voluntad de poder con el conjunto de fuerzas y energías que existen en el universo en constante flujo y cambio. No obstante, también aparece en el ser humano como la suma de todas sus fuerzas e impulsos vitales, psíquicos e instintivos.
La voluntad de poder es, en definitiva, el instinto principal y superior en el ser humano, y a él se ha de someter la inteligencia. En realidad, el conocimiento no es voluntad de saber, sino voluntad de poder, es decir, de dominio de la naturaleza.
Nietzsche distinguió entre la voluntad de existir, propuesta por Schopenhauer, y la voluntad de poder. La primera es el mero instinto de conservación y un mero mantenerse en la existencia. Por el contrario, la voluntad de poder es impulso para superar todo obstáculo y para afirmar una vida que desea expandirse y satisfacer sus deseos.
La voluntad de poder ha de ser creadora de valores, de la verdad y del bien, porque la verdad y el bien no son previos a la voluntad, sino producidos por ella. Pero la voluntad no ha de sujetarse a los valores que produce, sino saberse superior a ellos. Por su carácter creativo, la voluntad de poder es afán de superación y, en consecuencia, el rasgo propio del superhombre.
Para Nietzsche, el ser humano no posee una voluntad libre, sino una voluntad fuerte o débil. El concepto de libertad se tiene que evitar porque ha sido el fundamento de la moral de los esclavos. Es un gran error exigir responsabilidades y hacer culpables a los hombres. La libertad solo se puede admitir si se entiende como posesión de una voluntad fuerte e independiente de toda restricción moral.
Pero, al mismo tiempo, Nietzsche renegó de cualquier tipo de determinismo, fuese del mundo físico o de una causa primera. Le pareció que era un abuso de la idea de causa y efecto. Lo único que tenemos es la fatalidad (el azar o destino), que domina y mueve este mundo, y que el hombre no puede modificar.
2.3.2. El eterno retorno
La idea del eterno retorno se puede encontrar en La gaya ciencia y Así habló Zaratustra. Afirmó en ellas que esta vida se repetirá innumerables veces sin que se añada nada nuevo. Todas las cosas, sin excepción, volverán a existir como eran, en el mismo lugar y en el mismo tiempo, como ocurre con un reloj de arena que, cuando acaban de bajar todos sus finísimos granos, se invierte y se vuelve a repetir todo, exactamente como antes.
Esta idea ya se trató en la Antigüedad clásica, que Nietzsche conocía perfectamente. Empédocles, por ejemplo, planteó que las fases de transición de Amor al odio, y viceversa, se repiten en un tiempo indefinido; se suceden unas y otras de manera cíclica, como una rueda que gira sin cesar. Si la vida es un conjunto de fuerzas finitas que se despliegan en un tiempo infinito, la consecuencia solo puede ser que todo ha de volver a empezar eternamente.
La doctrina del eterno retorno fue lo que sirvió a Nietzsche para explicar el anhelo de eternidad que el ser humano encuentra en su interior. Eliminada la fe en Dios, solo queda creer en el eterno retorno. La vida es impulso instintivo, que se reduce a placer y que manifiesta sus ansias de eternidad en el interior del ser humano.
Por lo tanto, la tesis del eterno retorno expresa el firme deseo de Nietzsche de afirmar la vida terrenal, el devenir y la inmediatez del instante. Asimismo, también le sirve para negar supuestas realidades eternas ajenas al dinamismo de este mundo, como serían Dios y la idea de una vida en el más allá. El eterno retorno es, en definitiva, la autoafirmación de este mundo y de esta vida; es la perpetuación del devenir, que deja de ser nacimiento y destrucción para convertirse en vida eterna terrenal.
A pesar de los intentos de Nietzsche por demostrar la existencia de eterno retorno, esta idea acabó convirtiéndose casi en dogma religioso. La filosofía de Nietzsche exigía el eterno retorno para otorgar inmortalidad a la vida en este mundo y para poder desarrollarla como una obra de arte, sin finalidad alguna.
2.3.3. El superhombre
Para Nietzsche el hombre occidental es un ser débil, que se asusta ante la vida, que necesita otros mundos en los que apoyarse y, para ello, condena este mundo como apariencia. Necesita, además, la guía de un ser divino que le indique lo que está bien y lo que está mal.
En su ensayo Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral, frente al hombre racional y temeroso propuesto propone la figura del hombre intuitivo y terrenal, presente en la Grecia arcaica. Solo este es capaz de liberarse de las ataduras culturales y sociales, para promover la afirmación de la vida en el eterno retorno.
Sin embargo, Nietzsche descubre más tarde que el hombre intuitivo no es apto para llevar a cabo esta tarea en plenitud. El protagonista de Así habló Zaratustra es el profeta persa que representa a este último hombre, con quien se identificaría Nietzsche. Su misión es la crítica a la cultura occidental y la predicción del superhombre, fruto de la auténtica evolución y encarnación de la vida terrenal.
Para el advenimiento del superhombre se han de suceder tres transformaciones del espíritu:
1.Transformación en camello. El hombre muestra su fuerza acogiendo pesadas cargas, que son los valores contrarios a la vida. Se somete mansamente a los mandatos de la ley moral, es decir, a Dios.
2. Transformación en león. El hombre se rebela contra la carga y contra su amo. Busca liberarse de los valores establecidos para eliminar el “tú debes” y sustituirlo por el “yo quiero”. Es el nihilista pesimista que responde con un no a todo lo que le viene impuesto.
3.Transformación en niño. Simboliza un empezar de nuevo, un juego, un decir sí a la vida, pues el niño hace su voluntad y es creador de valores. Ya no representa al hombre, sino al superhombre, quien empieza todo de nuevo, libre de prejuicios.
Nietzsche no describió detalladamente al superhombre, pero lo presentó como el nuevo modelo de la humanidad futura, que superaría todos los errores y limitaciones del hombre racional. El ser humano superior viviría sin Dios y amaría este mundo con todas sus fuerzas.
Tal ser viviría de todo corazón la voluntad de poder y desarrollaría sus instintos en el máximo grado posible; crearía valores y no necesitaría recurrir a instancias superiores que lo orientasen y lo encauzasen en la vida. Con él quedaría restaurada la primitiva moral de los señores.
3. Relevancia y repercusión
La filosofía de Nietzsche cobra sentido si se considera el contexto histórico y cultural en el que vivió. Del mismo modo, su pensamiento afecta profundamente a ese contexto.
Su obra ha tenido una repercusión importantísima, sobre todo, a partir del siglo XX, y está presente hasta el pensamiento posmoderno. Incluso la falta de sistematicidad de sus escritos y de su filosofía, expresa la animadversión hacia la cosificación que han llegado a significar las categorías científicas. Además, el carácter literario de sus obras y aforismos ha dado lugar a múltiples interpretaciones de su obra.
Junto a Marx y Freud, se ha llamado a Nietzsche un filósofo de la sospecha. Tras la consolidación del pensamiento racionalista, estos autores destacaron la dualidad entre la realidad y la apariencia, y prestaron atención a los motivos ocultos- de uno u otro signo- que subyacían en las interpretaciones filosóficas más habituales. En el caso de Nietzsche, su crítica a la metafísica y a las generalizaciones conceptuales ha sido importante para desvelar la dinámica histórica que las ha configurado.
Es cierto que el pensamiento de Nietzsche, muy rico en cuanto a las influencias recibidas, a veces es demasiado pesimista y se basa en una lectura parcial de la historia de la filosofía, de modo que percibe en las corrientes de pensamiento posteriores a Sócrates la conspiración de los débiles para imponerse a los fuertes y la negación de la vida.
Sin embargo, es preciso señalar que el perspectivismo de Nietzsche subrayó la, muchas veces, irreductible parcialidad de las construcciones intelectuales, de las que él ciertamente tampoco escapó.
Para la filosofía posterior, en cualquier caso, su oposición a la exaltación de la razón y su recuperación de la parte instintiva e irracional fue determinante. Para Nietzsche, la vida humana es voluntad de poder, impulso irracional de autoafirmación, de modo que su filosofía sirvió para radicalizar la autonomía del hombre frente a la autoridad y la tradición.
Tuvo mucha influencia la crítica de este autor a la religión y la moral burguesas, en las que siguió, en parte, las intuiciones de la izquierda hegeliana, en general, y a Feuerbach en particular.
Pero Nietzsche fue más extremo en su propuesta. Él percibió que el fundamento de toda objetividad y de toda moralidad, en realidad, de todo el hombre y su cultura, era trascendente. Por eso, al decretar la muerte de Dios, destruyó los logros de la civilización occidental.
En cuanto a su repercusión, conviene advertir que el pensamiento de Nietzsche, debido a su carácter abierto y personal, ha influido en variados campos de la cultura. Así, por ejemplo, impulsó el estudio del arte y la estética. Sus análisis de la tragedia griega han generado una corriente que acepta lo dionisíaco como principio artístico.
Otro ámbito de influencia de la filosofía de Nietzsche es la política. No cabe duda de que su teoría de la voluntad de poder, junto con su anuncio del superhombre, influyó en los principales ideólogos del nazismo, quienes propugnaron el predominio de la raza aria y de espíritu alemán.
Los planteamientos y las actuaciones racistas y antisemistas del nazismo tuvieron una fuente de inspiración en la exaltación nietzscheana del hombre de pura raza germánica. Este es el modelo del superhombre que impone su voluntad de poder y somete a los débiles, esclavizando a los útiles y eliminando a los inútiles.
En relación con la psicología, su insistencia en los impulsos irracionales anticipó, de alguna manera, la investigación del inconsciente de Freud. Un discípulo de este, A. Adler (1870-1937) sostuvo que el impulso psicológico fundamental es el deseo de autoafirmación o voluntad de poder.
En el ámbito propiamente filosófico, se aprecia la presencia de Nietzsche en el vitalismo de H. Bergson (1859-1941), aunque no en su vertiente irracionalista. Este pensador defendió el impulso vital frente al materialismo y el determinismo de su tiempo. La vida como realidad radical aparece también e Ortega y Gasset (1883-1955).
Otro tipo de repercusión- por su oposición a Nietzsche- se halla en M. Scheler (1874-1928), quien refutó que el cristianismo era una forma de resentimiento contra la vida. Para este autor, el único resentimiento que existe es la inversión de los valores que realizó Nietzsche.
El pensamiento nietzscheano, en cuanto que concibe al ser humano como un proyecto abierto a todas sus posibilidades, también estuvo presente en los principales representantes del existencialismo, como M. Heidegger (1889-1976).
Por otro lado, filósofos de la escuela de Francfort, como T. Adorno (1903-1969) y J. Habermas (1929), pese a ser más deudores de las teorías de Marx y Freud, tuvieron en cuenta el pensamiento de Nietzsche en su crítica de la sociedad actual. Las influencias nietzscheanas también se perciben en la obra de M. Foucault.
(AA.VV. 2 Historia de la Filosofía. Editorial Casals. Barcelona. 2016)