1.Platón: La belleza como ideal objetivo
Platón sostenía que hay una belleza objetiva que tiene la realidad de una idea o de un ideal. Las cosas son bellas porque imitan o participan de ese ideal.
A través del amor que despierta la visión de la belleza en las cosas o en los cuerpos bellos, el ser humano se eleva hasta el ideal mismo y conoce la verdadera belleza.
Por tanto, las personas sabias no miran los objetos bellos para disfrutar en ellos de su forma artística sensible, sino que dirigen su atención a su interior para ver la forma ideal, la idea ejemplar, a la que tanto la naturaleza como el arte deben adecuarse.
Para Platón, la belleza sensible y el amor que despierta es, en realidad, el inicio del proceso que conduce a “recordar” la esencia o verdad de las ideas.
Esta actividad de mediación pone en conexión la belleza objetiva con el bien y con la verdad: la belleza es la manifestación del bien y de la verdad. Al mismo tiempo, reduce las cosas bellas, como las que muestra el arte, al ámbito de la mera apariencia.
Así pues, Platón trata por separado la naturaleza de lo bello y la de las artes, sin vincular la belleza con el arte, y relegando a un segundo plano el sentimiento agradable que produce el arte.
Esta distinción platónica entre la belleza ideal y la belleza sensible, y la relación que establece este filósofo entre lo bello en sí y las cosas que son bellas por participación, configuró la primera teoría del arte, que ha ejercido una poderosa influencia que llega hasta nuestros días.
2.De Aristóteles al empirismo: la belleza como perfección de las formas sensibles
A diferencia de Platón, Aristóteles consideraba que la belleza pertenece a la forma sensible. El arte, según, él, imita la naturaleza y, además, perfecciona lo que ella deja inacabado.
Ya en la Edad Media, Tomás de Aquino definía lo bello como “aquello cuya vista agrada” y, consideraba que una coda es bella si reúne estas tres características: perfección, proporción o armonía y luminosidad o esplendor, que son características que se refieren a la forma perceptible de la belleza y al conocimiento sensible de lo bello.
Durante la Edad Moderna, no se considera que sea necesaria la identidad entre la belleza, la verdad y el bien: para ser bella, una obra de arte no tiene por qué ser verdadera ni buena.
En la filosofía empirista se destacan en el arte sus componentes empíricos, que suscitan el gusto estético y que no tienen nada que ver con lo ideal objetivo ni con lo perfecto.
El gusto estético se convirtió en una facultad humana específica, que capta y que juzga la belleza sensible, mientras que el entendimiento descubre la verdad.
El gusto no adquiere el conocimiento por medio de conceptos, como el entendimiento, sino por percepción del agrado que produce lo bello. Kant lo define como “imaginación libre de quedar fijada por la determinación del entendimiento”.
El gusto es la facultad de apreciar las obras de arte mediante las sensaciones y la experiencia con independencia de reglas. También se lo concibe como el criterio del juicio estético.
De esta forma nación en el siglo XVIII, la estética como disciplina filosófica autónoma, pues, aunque la percepción de la belleza es diferente según los individuos, puede haber un criterio general de gusto si recurrimos a la experiencia y a la observación de los sentimientos comunes.
3.Kant : la belleza como lo que gusta de forma desinteresada
Para Kant, la belleza es no que gusta de forma desinteresada, universal y necesaria:
*Gusta de forma desinteresada, porque gusta por sí misma, no porque nos produzca placer o porque sea moralmente buena.
*Gusta de manera universal, porque el placer que nos proporciona no concebimos que sea solo nuestro, sino que lo podemos atribuir a todas las personas.
*Gusta necesariamente, es decir, no gusta porque sea útil ni porque sea buena o perfecta, sino porque la percibimos, sin ninguna finalidad.
Kant distingue entre objetos de belleza libre, que serían los objetos bellos de la naturaleza ( las flores, una puesta de sol…), y objetos de belleza dirigidos a una finalidad (religiosa, política, económica…) que serían las obras de arte.
4. La teoría de lo bello en el siglo XX
En el siglo XX, la teoría de lo bello se volvió extraordinariamente compleja, pues se relaciona el efecto estético no solo con la facultad de juicio estético o del gusto, sino también con condicionamientos sociales, psicológicos, culturales, económicos.
Según esta interpretación, la belleza es un elemento más del arte junto a la comunicación, a la psicología, a la tecnología o a la propaganda.
Por ejemplo, desde la sociología contemporánea del arte se ha criticado el ideal kantiano del arte como contemplación desinteresada de un objeto bello con independencia de las condiciones sociales en las que se crea.
Por su parte, en el ámbito marxista, el carácter estético de la obra de arte se relaciona con el hecho de que es una creación humana surgida en un espacio y en un tiempo determinados, y, por ello, es histórica y social.
(D. Sánchez Meca. J.D. Mateu Alonso. 1 Bachillerato. Filosofía. Editorial Anaya. Operación mundo. Madrid. 2022)